7 de abril de 2009


La cuarta parte de este melancolico cuento, que por cierto ni pies ni cabeza tiene... Aun... Pero ya lo entenderán...


Un beso a todos.


Anngel

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Creo que ya ha pasado casi un año, creo que ya he aprendido a vivir con este vacío, aunque no se aun bien como entender tu reacción, si tan solo estuvieras viva, me responderías las preguntas que con tanta pena no quiero pronunciar, se escapan por mis labios, ¿Por qué me haz dejado solo?, ¿Por qué me culpaste de tu mal y acabaste con mi vida?, yo debiera ser quien esté en éste lugar tan frío y lúgubre, déjame volver a tu lado, te juro por Dios que no hay nadie que cierre este corazón – recordó el sonido del cuerpo a estrellarse contra el duro pavimento, aun el tiempo no lograba borrar el ruido en su cerebro. Mientras dejaba un ramo de rosas azules en la tumba simbólica de su amiga, paso lentos se acercaban hasta posarse tras él, una mano calida acaricio su cabeza y beso su pelo – Te volveré a encontrar estés donde estés, volveré – susurró el viento para dejar caer un pétalo de la rosa que conservaba en la mano, volteó para ver el dulce rostro de esa voz que conocía a la perfección, mas no encontró nada, solo el espacio lleno de partículas de polvo que decoraban el fúnebre lugar.
Estés, donde estés estaré para ti, pasen los años que pasen y aunque mi corazón guarde esta pena y castigo inagotable por amarte, seguiré fiel a este sentir.

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